
Durante la Revolución Mexicana (1910-1917), el cine jugó un papel importante como material propagandístico o noticioso. Reunía un gran número de personas por su valioso contenido. Los cineastas filmaban sin pretensión alguna de apoyo de ninguno de los bandos, pues el resultado se veía confuso y no querían perder la vida por haber apoyado a alguno de ellos.
Un gran impulsor del cine fue el Centauro del Norte, Pancho Villa. Éste personaje histórico, gran héroe de la Revolución, llevó el cine a otro nivel. El documental fue un género iniciado por Doroteo Arango (Pancho Villa), del que su mecánica de filmación y sus contribuciones, se siguen hasta nuestros días haciendo del cine mexicano, una gran influencia mundial del séptimo arte.
Otra gran aportación, fueron las “apoteosis” creadas por Francisco I. Madero, las cuales son tomas con final jubiloso al final de la cinta con fines de elogio para el protagonista fílmico. Esto se refiere a que en términos propagandísticos, era y es una forma de buscar aceptación e idolatrización de los políticos ante el público espectador.
La época post-revolucionaria se caracterizó cinematográficamente por los temas rurales y sobre el tema de la misma revolución, donde podemos apreciar un poco más cerca de lo sucedido durante esta guerra tan importante que sufrió México.
Inclusive el director ruso Sergei Eisenstein rodó la película ¡Que viva México! Nunca terminó, pues los inversionistas, intelectuales de izquierda estadounidenses, fueron perseguidos por lo que tuvieron que cortar los recursos a nuestro director ruso.
La época de Oro Mexicano muchos lo marcan desde 1936 hasta 1957, aunque los puristas del cine dicen que coincide con la Segunda Guerra Mundia (1939-1945). Durante la época del cine de oro se producía un promedio de 122 películas cada año, cantidad que para la época sobrepasaba los límites soñados.
Ese período de esplendor se caracterizó por abordar las siguientes temáticas: comedias rancheras y musicales, historias policíacas y representaciones de la vida de la clase media, logrando retratar a un país que vivía un proceso de urbanización, con el que los espectadores se identificaban plenamente. Además de esos temas, en 1950 Luis Buñuel realizó su obra maestra mexicana Los olvidados, filme sobre los jóvenes marginados de la gran capital que obtuvo el premio al Mejor Director en el Festival de Cannes, en 1951, cobrando los tintes trágicos que nadie se atrevía a sacar por la pantalla grande.
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