miércoles, 14 de diciembre de 2011

Ruta de Zapata



Fue una de las figuras más sobresalientes del agrarismo, su amor por la tierra lo llevó a crear el Plan de Ayala. Su ideología trascendió fronteras y de su participación en la Revolución hay tres lugares donde aún sigue viva su memoria: Anenecuilco, tierra natal de Emiliano Zapata, ahí te esperan anécdotas interesantes sobre este acontecimiento; Tlaltizapán, apacible poblado de Morelos, ahí se concentró el cuartel zapatista; Ciudad de México, la capital del país, sitio en el cual hizo su entrada triunfal el Caudillo del Sur acompañado de Francisco Villa.

El recorrido se centra en el municipio de Ciudad Ayala, en Morelos, en cuyas poblaciones figuró la presencia del Caudillo del Sur y donde te espera la aventura al máximo; el otro destino, la ciudad de México, es muy completo con variadas e interesantes propuestas para visitar.



Anenecuilco

Este poblado ubicado al sur de Cuautla, Morelos, fue la tierra natal del Caudillo del Sur. Desde pequeño ayudó a su padre en las labores del campo, y a los 18 años se involucró en la lucha social en defensa de los intereses del pueblo.

Para 1909, los abusos en contra de las tierras de los campesinos, a favor de los hacendados, eran inaguantables. El consejo de ancianos de Anenecuilco resolvió renovar la directiva de la Junta de Defensa, en la cual resultó electo presidente Emiliano Zapata, de sólo 30 años, los viejos buscaban transmitirle el poder a un joven sin vicios y conocedor de los problemas del pueblo. En el mismo cargo conoció a Francisco I. Madero juntos lucharon por la causa mientas Madero compartía las mismas ideas; después, Zapata se declaró en su contra a través del Plan de Ayala.

Emiliano luchó hasta el último de sus días bajo la consigna de “Reforma, libertad, justicia y ley”, ideas expresadas en el Plan de Ayala, no compartidas completamente por el presidente Venustiano Carranza. De ahí el plan del general Pablo González con Jesús Guajardo, quien fingió amistad con Zapata para después traicionarlo y matarlo en Chinameca.

En tu visita por Anenecuilco, encontrarás la Casa Museo Emiliano Zapata, lugar donde nació Zapata. Recientemente se restauró y resguarda algunos vestigios del edificio. Durante los trabajos de conservación se localizaron algunos tepalcates prehispánicos expuestos junto a las vasijas, figuras y juguetes de la misma época, de igual manera carabinas, fotografías, piezas de tren forman parte del discurso del periodo revolucionario.


Tlaltizapán

Es la capital moral del zapatismo desde 1915, y es un fresco oasis situado a unos 100 kilómetros al sur de Cuernavaca, donde el ejército del sur fundó su cuartel general.

Zapata pasaba los días en sus oficinas ubicadas en un antiguo molino de arroz; oía peticiones, daba órdenes, dictaba leyes, establecía las estrategias y la política; por ejemplo, la repartición de las tierras conforme a los viejos títulos de propiedad expedidos en tiempos de la colonia.

El molino de Tlaltizapán era una casa al estilo antiguo con un gran patio en el centro y alrededor las habitaciones; las situadas frente a la calle servían como oficinas del Cuartel General y sólo dos cuartos eran ocupados por el general Zapata, uno como dormitorio y otro para comedor. A la izquierda de su habitación se encontraba la tesorería y pagaduría; al fondo se había instalado una fábrica para acuñar moneda, pues el general Zapata siempre quiso que, en el territorio controlado, circulara la moneda zapatista.

Tlaltizapán sigue siendo una población arbolada, con un modesto museo de sitio llamado Museo de la Revolución del Sur “Cuartel de Zapata” y el Ex convento de San Miguel, construido en el siglo XVI con una estructura fortificada de muros almenados. Al interior de la iglesia todavía se encuentra una imagen de Jesús, del Padre Jesús, como cariñosamente le llaman en el pueblo y como lo hacía Zapata quien contaba que ésta imagen le salvó la vida en una persecución donde estuvieron a punto de capturarlo. En el atrio se encuentra un mausoleo en forma de pirámide, proyectado por el propio Zapata para el descanso eterno de los generales zapatistas


Ciudad de México

La entrada a México representó un acto de fuerza y victoria, pues se trata de la ciudad más importante del país. Sus calles vieron desfilar al ejército de Hernán Cortés, al Ejército Trigarante, a Francisco I. Madero en la marcha de la lealtad y a los revolucionarios convencionistas en 1914.

El último convoy de las fuerzas carrancistas salieron el 24 de noviembre, ese mismo día, por la noche, llegaron las tropas zapatistas al mando del general Antonio Barona. El 26, llegó Emiliano Zapata y estableció su cuartel general en Xochimilco. La División del Norte entró el 2 de diciembre.

Dos días después, se llevó a cabo, en Xochimilco, la primera entrevista entre los caudillos del norte y el sur. Los habitantes del lugar, los zapatistas y generales acompañantes de Villa presenciaron el abrazo efusivo del encuentro de los representantes de las fuerzas revolucionarias. La reunión entre los generales fue grabada, pero gracias a la versión taquigráfica, se sabe, con certeza, lo platicado por estos dos personajes y el pacto de unión de los Ejércitos del Norte y del Sur para defender las causas del pueblo.

El domingo 6 de diciembre de 1914, hizo su entrada triunfal a la ciudad de México el poderoso Ejército Convencionista. Los llanos de Chapultepec, Anzures y Paseo de la Reforma fueron invadidos por numerosos contingentes de tropas de caballería, infantería y artillería –alrededor de 50,000 hombres–. Los habitantes de la capital llenaron las principales avenidas y las orillas de la ciudad, deseosos de admirar a los hombres del nuevo ejército.

El general Emiliano Zapata, al frente de sus tropas, avanzó desde los pueblos de Xochimilco, San Ángel y Mixcoac, hasta calzada de la Verónica, el sitio de reunión. El general Francisco Villa salió del pueblo de Tacuba y se reunió con el jefe del Ejército del Sur; así iniciaron su marcha triunfal por el Paseo de la Reforma, las avenidas Juárez y Plateros, hasta llegar al Palacio Nacional. Al paso de los jefes, la multitud gritaba: ¡Viva Villa! ¡Viva Zapata!, mientras caían lluvias de flores, confeti y serpentinas. Pancho Villa iba en un hermoso caballo alazán tostado y vestía uniforme azul marino y gorra con el águila divisionaria. Zapata montaba un caballo rosillo y portaba elegante traje de charro: chaquetilla de gamuza color beige, con un águila bordada en oro en la espalda; pantalón negro con bordados de plata y un amplio sombrero.

Al llegar al Palacio Nacional, los jefes entraron a los salones, donde fueron recibidos por el presidente Eulalio Gutiérrez y el cuerpo diplomático. Salieron al balcón presidencial para presenciar el desfile y las ovaciones. Después, los generales Villa y Zapata se retiraron al interior de los salones, donde Villa se sentó en la silla presidencial, momento plasmado en una famosa fotografía.

Durante su estancia, los revolucionarios frecuentaron los mejores hoteles y restaurantes; lo mismo vivieron en casas de la aristocracia mexicana que en los lugares más humildes, dormían en elegantes palacetes, en los mesones y patios de Palacio Nacional. La famosa cantina De la Opera, el Sanborns de los azulejos y otros muchos edificios del centro guardan en sus paredes estos recuerdos revolucionarios.

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